Mentoring y la empresa familiar

Lograr armonía en la empresa familiar no es una tarea sencilla. Como decía Martín Fierro, en la obra de José Hernández: “Los her­manos sean unidos, porque esa es la ley primera, tengan unión verdadera, en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean, los devoran los de afuera”. Son sabias palabras que los integrantes de una organización familiar deben tener en cuenta para el funcio­namiento y la comunicación, fundamentales en las relacio­nes laborales. Pero si esto no ocurriera, Ernesto Beibe, crea­dor del “Mentaran Empresa­rio”, y su adjunta Marinéala Ruiz, buscarán entender y re­solver los conflictos que sur­gen entre padres e hijos, entre hermanos y en otros vínculos familiares que se entrecruzan justamente en una empresa. “Somos facilitadores de diálo­go entre la gente que tiene conflictos, y entendemos que los conflictos no son guerras, sino que son diferencias de opiniones, entonces cuando una persona está en conflicto con otra, significa que tiene una diferencia de opinión con la otra, es una cuestión que hay que negociar”, comenta Ernesto, a lo que Marianela agrega: “Del conflicto nace la creatividad, tanto económica como afectiva”.

¿Qué es un mentor?

  • Beibe: Desde la mitología, Mentor era un amigo de Uli-ses, al que éste le dejó a su hijo Telémaco cuando se fue a la guerra. Cuando Ulises volvió, Telémaco y Mentor le habían dejado su reino preparado para que él lo continuara, y Mentor se convirtió en el tutor de Telémaco. Antes de que existiera la escuela, un men­tor era quien entraba a una casa familiar, se ocupaba del adolescente al que le enseña­ba esgrima, álgebra, geografía, el trato con las mujeres, andar a caballo, las artes de la gue­rra, y ya maduro el joven, el mentor lo abandonaba para ir a otra casa y preparar a otros. Así, nosotros acompañamos a las familias en sus empresas familiares a desarrollarse en muchas actividades, que van desde la relación entre padres e hijos, la relación entre her­manos, las sucesiones, la parte económica de la empresa y las estrategias comerciales. No­sotros discernimos con nues­tros clientes autoridad, poder y liderazgo, para que puedan ubicarse dentro de la empresa.
  • Ruiz: Aristóteles era el mentor de Alejandro Magno, y si bien Aristóteles no estaba de acuerdo con las invasiones de Alejandro, éste nunca hu­biese sido quien llegó a ser de no haber tenido esta luz, es­tas herramientas que provee una persona cuando no está involucrada subjetivamente. Porque tiene una distancia óp­tima, operativa, que permite mirar al estilo de la Caverna de Platón, con muchísima ma­yor amplitud, por dónde puede haber otros caminos, por dón­de seguir. Además de guía, un mentor es un apoyo funcional que va a generar cambios, efi­ciencia en lo económico, y un bienestar en lo afectivo.

¿En qué campo de la cien­cia ubican su trabajo?

  • Beibe: No somos psicólo­gos y no estamos dentro de la psicología, sino de la educa­ción. Somos pedagogos, y a través de la educación se gene­ran situaciones terapéuticas, que mejoran las vidas de las personas y hacen que lleguen a un buen vivir, pero desde el punto de vista educacional.
  • Ruiz: Nuestra visión es de la comprensión de una proble­mática. De ahí que la efecti­vidad radica en que primero hay una contención global desde varios ámbitos. Luego pasamos a soluciones que se vuelven efectivas en la vida, porque lo que nos diferencia de la psicología es que propo­nemos la acción. No basta con comprender, lo importante es cómo esto lo vuelvo efectivo en mi vida.

¿Cómo es su trabajo dentro de una empresa familiar?

  • Beibe: Nosotros trabaja­mos con las personas de la empresa, no con la empresa. Trabajamos con el padre, con el hijo, decidimos si trabaja­mos con ambos en un mismo encuentro, vamos agregando hermanos. Puede que pasen seis meses o un año para que se reúna toda la familia en la mesa. Trabajamos principal­mente con la gente de las em­presas y con gente de media­na edad que ocasionalmente equivocó o no encontró to­davía su espacio. Trabajamos también con gente de 60 años en adelante, que es una ge­neración muy especial y que por lo tanto necesita un trata­miento diferenciado, porque históricamente nació durante o después de la Segunda Gue­rra Mundial, y se configura en un tipo de persona específica que necesita su propia forma de entender, como también lo necesita el de 45, el de 30, el de 18 y el de 13. Frente a ca­da una de las edades, nosotros diagramamos una forma dis­tinta de abordaje, y nos guia­mos por una herramienta que se llama “genograma”, similar a un árbol genealógico, que retrata situaciones de la fami­lia transgeneracionalmente y que llega a los bisabuelos, a los abuelos, a los padres. Es como una ficha genética que marca lo que sus antepasados genera­ron a través de sus influencias, de sus valores y creencias.

En los distintos conflictos empresariales, ¿cada uno de los afectados lleva a un men­tor distinto?

  • Beibe: Siempre hay uno que más sufre la crisis de la em­presa y es quien nos convoca. A través de él, vamos entran­do a la empresa, porque como él empieza a generar cambios inmediatos, los demás co­mienzan a preguntarle por qué está tan cambiado. Y él les contesta que tienen un men­tor y el resto comienza a interesarte. Muchas veces es más importante deshacer una em­presa para mantener la unión familiar. Porque las empresas se pueden hacer una y otra vez, pero la familia es única. Y una vez que se atacó y se desarmó una familia, no hay vuelta atrás. Las empresas se pueden volver a construir, en cambio la familia no. Una familia tar­da muchas generaciones en ser armada, pero cuando una familia se desarma es porque hay presiones de lo transígemeracional que hicieron que eso necesariamente fracasara. Por ejemplo, el abuelo fue obrero y armó la empresa, el padre tra­bajó en ella, el nieto la armiño y volvió a ser el obrero. Hay muchos empresarios que co­mo ellos armaron la empresa, entienden que la empresa de­be morir con ellos, y es por eso que no dejan sucesión.

¿Cuánto se tarda en sanar una empresa?

  • Beibe: La empresa no se sana, no hay sanación. Uno puede estar bien con 100 pe­sos por mes, con mil por mes, con 10 mil o con un millón por mes. Pero eso depende de las expectativas de cada uno. Nosotros acomodamos la realidad a las expectativas, la realidad a las ilusiones, que no es lo mismo que un pro­yecto. Para poder unir la rea­lidad con la ilusión tenemos que armar el proyecto, con lo cual, la ilusión se va. Y cuan­do se abandona el estado de ilusión, y se consigue un alto nivel de tolerancia a la frus­tración, ahí termina nuestro trabajo.

Marianela Ruiz – Artículo publicado en ‘El Federal’ Argentina

 

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